Ayer me llamaba Karol, la propietaria del Koori para contarme que la otra noche, mientras estaba recogiendo y tras otra dura jornada la robaron una silla del bar. El autor probablemente la usará para sentarse a pensar en el escaso cerebro y catadura moral que se llevara a la tumba. Hay no queda la cosa, cuando sucede que unos dias antes la han robado un pesado banco de madera, lo cual indica que no es solo uno el descerebrado imbecil, sino que son dos o alguno mas.
De todos es conocido que la idiotez y la ignonimia abunda, y a menudo suelen arrejuntar a esos individuos asnales a rebuznar unidos cual coral taciturna hijos de mala madre. Juntos y extasiados debido a que entre ellos no se molestan ni confuden entre tanto detestable y anormal comportamiento.
Es seguro que si estas leyendo estas lineas y reconoces el mobiliario en casa de algun “pollino”, con todos mis respetos para los animales, te darás cuenta que lo mas adecuado es alejarte cuanto antes de ese/os energumeno/s y pasarte por el Koori a contarselo a Karol. Tambien lo puedes contar en nuestro web.
Los amigos de lo ajeno me recuerdan muchas cosas y ninguna de ellas humana. Con lo tranquilo y facil que es ir por la vida sin molestar a los demás.. Para ellos esta poesia, si es que la logran entender.
En el cansancio de la noche
En el cansancio de la noche,
penetrando la más oscura música,
he recobrado tras mis ojos ciegos
el frágil testimonio de una escena remota.
OlÃa el mar, y el alba era ladrona
de los cielos; tornaba fantasmales
las luces de la casa.
Los comensales eran jóvenes, y ahÃtos
y sin sed, en el naufragio del banquete,
buscaban la ebriedad
y el pintado cortejo de alegrÃa. El vino
desbordaba las copas, sonrosaba
la acalorada piel, enrojecÃa el suelo.
En generoso amor sus pechos desataron
a la furiosa luz, la carne, la palabra,
y no les importaba después no recordar.
Algún puñal fallido buscaba un corazón.
Yo alcé también mi copa, la más leve,
hasta los bordes llena de cenizas:
huesos conjuntos de halcón y ballestero,
y allà bebÃ, sin sed, dos experiencias muertas.
Mi corazón se serenó, y un inocente niño
me cubrió la cabeza con gorro de demente.
Fijé mis ojos lúcidos
en quien supo escoger con tino más certero:
aquel que en un rincón, dando a todo la espalda,
llevó a sus frescos labios
una taza de barro con veneno.
Y brindando a la nada
se apresuró en las sombras.
Parece que la banqueta apareció. Debio de ser una broma, pero el banco no parece que vaya a aparecer.. con lo facil que es dejarlo donde estaba.