Por Psikorsky
Era un dÃa de verano, lo notó porque la plasta calurosa lo mantenÃa en estado de semi inconsciencia, el despertador que dejó pensando que le ayudarÃa a levantarse sólo le molestó un momento antes de casi aplastarlo contra la débil mesita de noche. Se levantó y siguió la rutina de siempre, la misma que venÃa observando desde que era un crÃo, aseo y búsqueda de ropa para vestirse. Se asomó a la ventana a ver el mar, como hacÃa también rutinariamente todos los dÃas. Bajó a tirar la basura y en el contenedor vió una cinta de video VHS casi nueva, la cogió, – para grabar algo- penso. A continuación buscó en la calle donde habÃa dejado el coche y se dirigió al trabajo por el mismo camino de siempre, a misma velocidad y entrando por todos los carriles que venÃa usando desde hacia 18 años que trabajaba allÃ.
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Por la noche, después de un dÃa corriente en su vida de europeo de clase media, se encontró con su mujer y cenaron, una cena de europeo de clase media, sandwich vegetal con jamón de york y cola light, lo mismo que cenaban desde hacÃa 5 años que se propusieron perder algunos kilitos. Se fueron a la cama a su hora, que era las 12, y se durmieron a la hora que acostumbraban.
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Al dÃa siguiente, otra vez verano y como un autónomo se dirigió al coche, completamente arreglado y dispuesto, con la misma disposición que un mero, que siempre sigue su misma ruta submarina, y vió algo extraño en la calle, -joder, si es Sábado-, se quedó perplejo, no era la primera vez que le pasaba, últimamente lo habÃa hecho a menudo, le daba que pensar aquello,…, se pasaba la vida y no hacÃa nada significativo ni distinto que rompiera la puta rutina en la que estaba metido, pensaba hacer algo, pero el tiempo habÃa pasado y el sistema lo habÃa absorbido completamente, la fuerza juvenil se le fue, la arbitrariedad desapareció de su vida hacÃa mucho tiempo, hasta en las vacaciones hacÃa lo mismo pero en un lugar distinto. No podÃa hacer nada, o eso pensaba.
VolvÃa a su casa, no sin antes comprar el periódico, para que su mujer no se diera cuenta de su despiste, cuando recordó lo de la cinta que tenÃa en el coche y que recogió del cubo de la basura el dÃa anterior, la cogió y con ella se subió a la casa a hacer el desayuno.
Fue a dejar la cinta en el salón, decorado con los mismos muebles que podrÃan haber tenido tantos europeos de clase media y donde los cuadros habÃan sido escogidos por su color y combinación con la cortina y el sofá, no por el motivo ni por el artista. Aunque eran Van Gogh. Dejó la cinta en el mueble de la tv cuando sucedió algo extraño, un reflejo de luz la iluminó, su pensamiento deductivo y cientÃfico le hizo observar una ventana del bloque de enfrente lo creó; siempre evitando al destino, evitando lo trascendental, los Ãnfimos detalles que tiene esta vida a los que no les damos importancia. –Qué coño,….-, cogió la cinta iluminada, la metió en el vÃdeo y se sentó. Sin saber porqué sintió algo especial, algo prohibido, algo robado, algo fuera de la rutina.
Al comenzar la cinta, vió algo muy extraño, una música que al oÃrla pensó que conocÃa, pero no era posible, ese tipo de música no la habÃa escuchado en su vida, aun asà se sentÃa familiarizado,…., una guitarra eléctrica daba unos acordes lentos y pausados, como los shadows o algo asà y una imagen de un sol poniéndose le sobrecogió por su hermosura.
Un tÃo en inglés hablaba de fondo con una voz que querÃa ser tranquilizadora, – esto debe ser un vÃdeo de una secta o algo -, pensó otra vez con incredulidad, la frialdad sin emociones que se manifestaba como algo suyo le impedÃa oÃr o entender algo que la mayorÃa no entendiese, o que estuviera fuera de lo correcto socialmente, algo fuera de la media de los europeos de clase media. Se dio cuenta de esto y se obligó a verla y a intentar asimilar lo que podrÃa ver.
De pronto lo siguiente que vio fue a algunos, navegando, paseando, o montando en moto, en lo que parecÃa un vÃdeo de una secta, el mundo perfecto, que bonito parecÃa todo, el sabÃa que no era asÃ, el mundo seguÃa un orden, el mundo era gris, era lineal, era cuadriculado, todo estaba trazado, y el tenia un destino, jubilarse y cobrar una pensión como habÃa visto hacer a algunos de sus compañeros de trabajo en la oficina….de pronto un enfoque lejano de una ola y algunos tÃos montados en grandes tablas esperando una ola, uno de ellos la cogió remando y se puso de pie con tal placidez que se le paró la respiración viéndolo.
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HacÃa tiempo, habÃa visto jóvenes machacarse en la playa ante tremendas olas desordenadas de espuma y viento intentando con gran trabajo entrar al fondo para coger una y chorrarse, en su momento pensó que estaban locos y aburridos pero eran jóvenes. Esos eran sus conocimientos sobre el Surf, bueno, eso y que durante todos los dÃas desde entonces cuando miraba las olas y hacÃa un estudio inconsciente de las direcciones de las olas y la orientación de la espuma al romper, la salida de agua, la corriente, e incluso algún dÃa al ir a la playa se metió a jugar con las olas. En su ciudad no habÃa practicantes de este deporte, o lo que fuera eso.
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Al ver la pelÃcula entera, se le rompieron los esquemas, also le crujió muy dentro imperceptiblemente, se le erizó el cabello. Durante el tiempo que duró, se le cayó la baba, estaba como catatónico viendo como unos chavales se desplazaban plácidamente a lo largo de olas de inestimable calidad, comparadas con las que habÃa por los alrededores. Jamás se imaginó que esos tubitos perfectos podrÃan existir. Vió algo en la mirada de esos jóvenes, algo asà como una chispa que le atrajo como un imán, una luz azul como el color del mar de donde venÃan las olas.
Este año sus vacaciones podrÃan ser distintas. Se fue a una tienda de compra-venta de artÃculos de segunda mano en la que al pasar todos los dÃas recordó que tenÃan una tabla parecida a la que salÃa en las pelÃculas. Era muy grande, de unos tres metros con dibujos de flores en su punta y con un rombo que tenÃa en su interior la cabeza de un oso. La tocó y sintió un temblor extraño, al que como siempre no dio importancia.
-¿Cuánto vale la tabla?
- 45.000, Señor.
-Coño, me ha llamado Señor, pensó; nunca se acostumbrarÃa, le hacÃa sentirse mayor, aunque tenÃa edad para ello, 37 años. La verdad es que no los aparentaba, lampiño y delgado debido al footing que hacÃa como tratamiento anti-estrés, y que por supuesto habÃa incluido en su rutina, todos los lunes, miércoles y viernes a las 7 de la mañana, antes de ir a trabajar, claro.
-Me la llevo.
Se la llevaba, y no podÃa hacer nada en contra, el pequeño ahorro de europeo de clase media destinado a la obra de un nuevo armario empotrado en el cuartito de la plancha, a tomar viento.
Cuando se vió en medio de la calle, observado por las marujas que iban a la compra con sus carritos de cuadros escoceses el sábado por la mañana se sintió avergonzado, no era consciente de lo que hacÃa, y empezó a pensar que se habÃa equivocado. Pero continuó su camino a la casa esta vez sin ser llevado por la rutina, con mariposas en el estómago, las que le habÃan crecido desde que compró la tabla. Iba a ser su primera locura en muchos años, iba a ser su primera rebeldÃa contra el sistema, contra lo establecido, y su mujer la primera que iba a chocar contra una pared de objeciones en contra de todo que habÃa acumulado tanto tiempo. Como un armario repleto de objetos desordenados que se utiliza para ordenar una sala. Todas sus disconformidades con el sistema se le iban acumulando en una parte de su ser y ahora las veÃa con nitidez, y al armario se le abrió la puerta, derrumbándose todo lo que dentro de él habÃa.
Se dirigió a su casa, con gran trabajo, porque la tabla no cabÃa en el ascensor, aun asà hizo acopio de voluntad y siguió, querÃa enseñarle a su mujer su descubrimiento, no querÃa dejarla en el garaje. Cuando llegó no estaba su mujer, en su lugar, una nota: cariño, me he ido a casa de mis padres, te espero para ir a comer por ahÃ. Otra vez la misma pelÃcula, otra vez. En esta ocasión no querÃa planes, no querÃa nada seguro, se iba a la playa a probar su invento.
Se puso el bañador y atravesó el camino que iba desde su casa en la zona residencial de europeos de clase media, perteneciente a una ciudad media de europeos de clase media con ingresos medios. Cruzando el camino hacia la playa, se cruzó con sus vecinos que le saludaban mirándolo extrañados, por lo de la tabla y el bañador, todos sabÃan que el no se ponÃa el bañador hasta llegar a la playa, no se puso esta vez sus bermuditas de pinzas ni sus zapatitos de piel estilo Julio Iglesias, ahora llevaba una camiseta, la que utilizaba para ir a correr, un bañador viejo y unas chanclas. Fue una odisea, esa tabla llamaba la atención de todo el mundo y la vergüenza que tenÃa en ese momento le volvÃa locas las mariposas de su estómago. Por fin alcanzó el paseo marÃtimo, habÃa poca gente en la playa, eran las diez de la mañana, no habÃa nadie en el agua. HabÃan olas, y no hacÃa viento, además cerca del espigón se formaba una que llegaba hasta la playa, (aunque si habÃa o no olas, poco le habrÃa importado, lo que iba a hacer era mojar la tabla), era como si siempre hubiera estado esperando ese momento, un mono de 36 años acumulado, una fuerza telúrica que no sabÃa que existÃa.
Se quitó la camiseta y las chanclas y sin esperar un momento se metió en el agua en busca de las olas del espigón. Remó con todas sus fuerzas, se caÃa hacia los lados, la tabla, aunque grande, era muy ligera y flotaba mucho. Se concentraba mirando las flores dibujadas de la punta, la sensación de surcar el mar, él sólo en medio del mar, dejando una estela, dejando la costa, dejando el mundo vulgar y aproximándose a donde se levantaba la ola.
Las espumas lo derribaban cada vez que le pasaban por encima, eso no aparecÃa en el vÃdeo, instintivamente comenzó a darle la vuelta a la tabla cada vez que venia un espumón. Aun asà estaba muy cansado, pero no era el momento de echarse atrás, se dio cuenta de su arrebato, de la tonterÃa que habÃa cometido, de cómo se habÃa dejado llevar como un niño, no habÃa reflexionado lo suficiente cuando se percató de que ya no habÃa espuma, y veÃa a través de la pared de una ola que se levantaba un metro de la superficie, un color azul que le recordó el brillo de los ojos del joven de la pelÃcula. Constató en el acto que habÃa llegado. Se tumbó y procedió tal y como lo hacÃan los jóvenes a los que habÃa estudiado en la cinta de vÃdeo, remaban un par de veces y se ponÃan de pie, – esto es fácil, esperar, remar y a chorrarse, que simple.
No lo era tanto. La primera ola le pasó sin impulsarlo. La segunda le tiró. Se dio cuenta de que hacÃa pie, la corriente habÃa formado un banco de arena cerca del espigón, por eso salÃa la ola allÃ.
Remontó otra vez, ahora con mas Ãmpetu, porque sintió el desplazamiento de la tabla sobre la ola.
En la ola siguiente se puso de pie, pero estuvo de pie el tiempo que tardó en enderezarse, porque cuando estuvo de pie cuan largo era, la tabla siguió su camino hacia delante y él hacia atrás. Otro imprevisto, la tabla se fue arrastrada por la ola, doble esfuerzo, rescatarla y volver otra vez.
Esta vez no pensó en lo que habÃa hecho durante la mañana, esta vez sólo pensaba en lo que estaba haciendo, miraba la tabla y miraba hacia detrás a ver si venÃa otro grupo de olas.
Una vez llegó a la tabla, remontó otra vez y en esta ocasión se sentó en la tabla, como vio que hacÃan en la pelÃcula, y observó con alborozo como era el foco de atención de los europeos de clase media que comenzaban a disfrutar de sus baños matinales y se fijaban en sus evoluciones con la tabla.
-No es el momento de rendirse, ahora no.
Miró al horizonte, vio como se marcaban las lÃneas, un destello en una de las lÃneas le avisó, este grupo de olas era más grande, sintió un poco de miedo subiendo por la espalda que comenzaba a quemársele al sol. Se dispuso con trabajo a tumbarse y orientar el tablón a la dirección correcta, al verla acercarse comenzó a remar e inmediatamente sintió como se desplazaba, instintivamente se puso en cuclillas con los dedos de las manos por delante para guardar el equilibrio y ganó velocidad, poco a poco, muy poco a poco, se fue poniendo cada vez mas de pie, y comenzó a observar en una visión celestial como los rayos de sol penetraban en las espumas que habÃa dejado la ola anterior, y el contraste de las flores de la tabla con el color del fondo del mar que iba desplazándose por debajo.
SentÃa unas ganas irreprimibles de chilar y llorar, si en aquel momento le hubiesen preguntado quién o qué se desplazaba, si la tabla o el mundo por debajo de ella no hubiese estado seguro qué contestar, estaba tan integrado con la tabla y la tabla tan integrada en la ola que formaban una unidad en medio de todo. Se desplazó hacia la parte delantera de la tabla y ganó velocidad, adelantando a la ola, se echó para atrás y la ola le llevó de nuevo. Vio las nubes y la sierra que habÃa detrás del pinar por la que cruzaba la autovÃa que lo llevaba al trabajo, vio los rayos de sol, y la sensación de unidad se hizo completa, ahora todo era una sola cosa, avanzó montado en la ola unos cien metros, e incluso cuando la ola no era tal sino que era espuma solamente, siguió transportándole a la playa, de la que le separaban unos cincuenta metros, una playa en la que reconoció algunos rostros que le devolvieron a la realidad, se trataba de sus suegros y su mujer, miró el reloj y eran las 13:37, se le habÃa echado el tiempo encima, y esta circunstancia le hizo sentirse mal, muy mal, muy avergonzado. Situación que se agravó cuando alunizó, porque al llegar a la arena la tabla se detuvo y él cayó en la arena de la playa y las distancias con la familia se acortaron, ellos vestidos para ir a comer y él en bañador con cara de loco, quemado por el sol, lleno de arena y con un tablón gigante después de haber estado haciendo el canelo.
Sus suegros, con traje de Domingo y su mujer con cara desdibujada, con una expresión extraña. Nadie dijo nada, hasta que su suegro comentó ácido:
- Vaya pinta que llevas.
- Bueno es que,…, y en ese momento se sintió tan humillado que estuvo a punto de llorar, en parte por la cantidad de sentimientos que habÃa acumulado en tan poco tiempo, y en parte porque se vio como un niño al que no le dejan jugar mas rato. Pero el no era un niño ni sus suegros sus padres, estaba harto del sistema, estaba harto de hacer siempre lo mismo, estaba harto de callar,…….
- Me voy al agua, hasta luego.
- Pero cariño,…., Balbuceó su mujer, ¿no vas a venir a comer?
- No, id vosotros si queréis, yo no voy. No estaba en disposición de volver a remar tanto, esta vez pensaba ir por el espigón y tirarse justo en el pico para ahorrarse la remada.
- Pues vaya una cosa, dijo el suegro de nuevo,…..
La mujer, se dirigió a los padres y les conminó a que se marcharan, ella tampoco iba a comer, iba a hablar con su marido. Una vez se quedaron los dos solos, sucedió algo extraño, vaya dÃa de extraños por cierto, la expresión de su mujer se tornó radiante y unas lágrimas se le asomaron a los ojos….
- No sabes cuanto me alegro de lo que has hecho, pensé que me casé con un autómata, no te creà capaz de una cosa de estas, estoy muy, no sé….
El la abrazó, y pensó que estas vacaciones iban a ser muy distintas y quizás no sólo estas vacaciones.
FIN DEL PRIMER CAPÃTULO.
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Joder, en mi barrio te encuentras una cinta por la calle y seguro que es porno.
Melonero, le acabas de quitar toa la melancolia a la historia del Psiko!!
Un abrazo Ivanov, me ha encantado, estoy deseando que salga la 2ª parte (como el Señor de las Sortijas!!!)
Peasso de mamona, con razón estas tan canijo vaya barrio…….
Me alegra que te guste Awa, a ver si la proxima es una autobiografia tuya, porque tio, es de pelicula. Que te avya bonito, bro.
“…empezó a pensar que se habÃa equivocado…”
¿a que no nos hemos equivocado?
Genial, psicko, genial
Noticias de última hora:
Esta mañana ha nacido una nueva promesa femenina del surf malagueño! Psiko padre por segunda vez.
FELICIDADES
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